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Inmaculada Concepción de la Virgen María

Gn 3, 9-15. 20; Sal 97; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26 - 38





Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de

Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre

l amado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y

entrando, le dijo: "Alégrate, l ena de gracia, el Señor está contigo." Ella

se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel

saludo. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hal ado gracia

delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a

quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo

del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;

reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin."

María respondió al ángel: "¿Cómo será esto, puesto que no conozco

varón?" El ángel le respondió: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el

poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de

nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu

pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes

de aquel a que l amaban estéril, porque ninguna cosa es imposible

para Dios." Dijo María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí

según tu palabra." Y el ángel dejándola se fue.





La liturgia celebra hoy la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María,

fiesta que l ena de esperanza a toda la humanidad, y que no se presenta solamente

como el recuerdo de María de Nazaret, mujer que fue concebida sin pecado porque

iba a ser la Madre del Mesías, sino que nos presenta a María como «el feliz comienzo

de la Iglesia» (PABLO VI, Exhortación Apostólica «Marialis Cultus», 3). Esta es la fiesta

del «comienzo absoluto», cuando Dios comenzó a cumplir sus promesas al elegir a

María como la Madre del Salvador, quien fue preservada de la herencia del género

humano que es la culpa original, esto a causa de la misión para la que Dios la había

destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor. Éste es el sentido de la

Solemnidad de hoy que, de modo significativo, celebramos durante el Tiempo de

Adviento, tiempo litúrgico en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para

conmemorar el nacimiento, la venida del Mesías en carne.

Esta doctrina que forma parte de nuestra fe es de origen apostólico, aunque el

dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula

Ineffabilis Deus, el Papa Benedicto XVI dice: «Todo esto queda contenido en la

verdad de fe de la Inmaculada Concepción. El fundamento bíblico de este dogma se

encuentra en las palabras que el Ángel dirigió a la joven de Nazaret: «Alégrate, l ena

de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). «Llena de gracia», en el original griego

«kecharitoméne», es el nombre más bel o de María, nombre que le dio el mismo Dios

para indicar que desde siempre y para siempre: «es la amada, la elegida, la escogida

para acoger el don más precioso: Jesús «el amor encarnado de Dios» (Encíclica

«Deus caritas est», 12)» (BENEDICTO XVI, Llena de Gracia, el nombre más bel o de

María, Homilía del 8 de diciembre de 2006)

La primera lectura del Génesis pone al descubierto la realidad del hombre.

Éste en el esplendor de su libertad, l evado por los deseos de su voluntad, se convierte

en instrumento de su propia perdición. Así, por la seducción de la serpiente, el hombre

es engañado y pretende realizar un proyecto paralelo al que Dios le había propuesto.

Él mismo quiere ser dios, cree poder ser el conocedor del bien y del mal. El hombre

asume una posición contra el amor y contra la verdad, es decir contra Dios, entonces

se destruye a sí mismo y destruye el orden del mundo, no encuentra la vida, sino que





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obra hacia la muerte. En la segunda lectura San Pablo nos dice cual es el plan de

Dios, porque El nos ha elegido, nos ha destinado a ser hijos suyos, por misericordia

nos ha nombrado herederos de su Reino, como hermanos de Cristo. San Pablo,

aunque no ha nombrado directamente a la Virgen en este pasaje, hoy nos hace ver

que El a fue la primera salvada por su Hijo, así lo expresa la oración colecta al inicio de

la Eucaristía: «Preparaste a tu Hijo una digna morada y en previsión de su muerte,

preservaste a María de todo pecado».

La Solemnidad de la Inmaculada Concepción pone de manifiesto la historia de

donación total del plan de Dios, que es una historia de gracia y de l amada a una

vocación santa para aquél que escucha y acoge la voz del Pastor. En este sentido,

María es la sierva en quien se realiza la intervención de Dios de manera singular y que

no se volverá a repetir, pues así la propia Virgen con inspiración divina lo manifiesta en

el cántico del Magníficat: «...me l amarán bienaventurada todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí...». María no está situada fuera de

la redención. Es de nuestra carne y de nuestra raza, «de la estirpe de Adán». Es

redimida como todos nosotros por su Hijo, pero El a es redimida desde su concepción,

El a no conocerá la noche, será la primavera de la humanidad renovada. María es así

la profecía viviente de la realidad a la que todos estamos predestinados: «…El Dios y

Padre de nuestro Señor Jesucristo, nos ha elegido en Cristo, antes de la creación del

mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor…» (Ef 1,4).

La liturgia de la Inmaculada Concepción, además de la exención del pecado

original, celebra principalmente la plenitud de la gracia de María y su apertura sin

límites a la voluntad de Dios. El misterio de María es un misterio de elección divina, de

santidad, de plenitud de gracia y de fidelidad al plan de Dios: la «resplandeciente

santidad del todo singular de la que fue enriquecida desde el primer instante de su

concepción» (LG 56), le viene toda entera de Cristo. El Padre la ha bendecido con

toda clase de bendiciones en los cielos, más que a ninguna otra persona.

Hoy somos invitados a retornar al paraíso del Edén, esto es, a la vida de

gracia, a la unión con Dios, a vivir como el ángel le dijo a María: «...el poder del

Altísimo te cubrirá con su sombra… . Hoy, por tanto, es el día en que podemos

unidos a María decir: «...hágase en mí según tu palabra… .

En la Encíclica Spe Salvi, el Papa Benedicto XVI dice: «…Y ¿quién mejor que

María podría ser para nosotros estrella de esperanza, El a que con su sí , su fiat,

abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; El a que se convirtió en el Arca

viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su

tienda entre nosotros (Jn 1,14)? Por ti, por tu sí , la esperanza de milenios debía

hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la

grandeza de esta misión y has dicho sí : Aquí está la esclava del Señor, hágase en

mí según tu palabra» (Lc 1,38). Cuando l ena de santa alegría fuiste aprisa por los

montes de Judea para visitar a tu pariente Isabel, te convertiste en la imagen de la

futura Iglesia que, en su seno, l eva la esperanza del mundo por los montes de la

historia» (BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Spe Salvi, 30 noviembre de 2007, 50).







Pbro. Oscar Balcázar Balcázar



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